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Imagen 1 de El infiltrado de Franco que acabó con más de 300 etarras: «Escapé por los pelos»
«La forma de asesinar de ETA ha terminado, pero queda la simiente y será muy difícil que desaparezca». Quien pronunciaba estas palabras en noviembre de 2022 era Mikel Lejarza , un hombre que llevaba décadas apartado de los focos, pero cuya vida estuvo marcada por un hecho tan decisivo como la infiltración en la organización terrorista más peligrosa de la historia reciente de España. En una conferencia celebrada en Madrid por sorpresa, el también conocido como 'El Lobo' hizo una aparición pública cincuenta años después de haber sido la pieza clave de una operación que marcó un antes y un después en la lucha contra ETA.Con una imagen completamente transformada –peluca, barba postiza y gafas de gran tamaño–, y acompañado por un equipo de seguridad con mascarillas de la bandera de España, Lejarza presentó su nuevo libro, escrito en colaboración con el periodista Fernando Rueda: 'Secretos de confesión: 50 aniversario de la Operación Lobo' (Roca). Esta obra llega como continuación de sus memorias anteriores, 'Yo confieso' , en las que daba un relato más personal sobre los años que pasó bajo una identidad secreta. «Me veis con estas pintas, pero no me queda otra», dijo en tono serio, recordando las amenazas y la constante sensación de peligro que le acompañaron durante décadas, en las que vivió oculto por temor a represalias de ETA y su entorno.Durante años, su nombre estuvo fuera del radar público, a pesar de que su historia fue llevada al cine y a la literatura. Después de que su identidad se filtrara, Lejarza se vio obligado a esconderse, temeroso de las consecuencias que su revelación podría tener para él y su familia. Sin embargo, en la rueda de prensa recordó que la Operación Lobo terminó antes de lo que él había esperado, pues su ambición era seguir trabajando en la desarticulación de la banda tras la amnistía de 1977. A pesar de los recortes, los resultados fueron extraordinarios: 320 detenidos gracias a su infiltración.Noticia Relacionada estandar Si Dos días de 1975 que cambiaron la historia Jordi Canal En la Transición hubo recuerdo y memoria que aconsejaban no volver a las actitudes de los años treinta y no tirarse el pasado a la cabeza para consolidar un régimen verdaderamente democráticoA lo largo de los años, algunos lo vieron como un traidor, pero otros –incluido él mismo– lo consideran un héroe que no recibió el reconocimiento que merecía por su valentía y sacrificio. «Me parece bien que hagan una película de mi vida. Es una forma de reconocer mi trabajo, del que otros, en cambio, han obtenido tantas medallas. Porque es increíble que yo tenga más reconocimiento del Mossad israelí y del FBI, que de España», se quejaba en una entrevista en 2004.El origen de la infiltraciónEl golpe más grande de la historia contra ETA ocurrió en septiembre de 1975, cuando la organización terrorista sufrió una de las mayores redadas de su historia. ¿Cómo llegó Mikel Lejarza a infiltrarse en la organización? ¿Cuáles fueron las pruebas y los riesgos que asumió? ¿Cómo logró mantenerse en el anonimato durante tanto tiempo?En diversas entrevistas exclusivas con este medio, Lejarza ha desvelado detalles sorprendentes de su vida como infiltrado. En 1995, ya desde México, confesó: «No es el miedo lo que me mantiene oculto, pero todavía hoy debo tener muchas precauciones. ETA ha sembrado tanto el País Vasco de pasquines con mi fotografía, intentando ponerme una imagen de traidor, que se ha creado un germen de rabia hacia mi figura. Cómo no va a haber precaución, más que antes».Lejarza, hijo de un panadero de Areatza, comenzó su vida política en los círculos de la izquierda abertzale. Tras mudarse a Basauri, fue captado por la Policía franquista en 1973, tras el atentado contra Carrero Blanco. «Era diciembre de 1973. El atentado contra Carrero Blanco había conmocionado a la Policía y a los servicios secretos españoles, que entonces contaban con muy poca información sobre ETA. Un pariente que trabajaba en la Brigada Político-Social me habló de la posibilidad de trabajar en contra de ETA. El cursillo del SECED en 1974 fue muy corto. Me enseñaron tácticas de evasión, sistemas para enviar mensajes cifrados, pero nada de técnicas de infiltración. Lo que sí me enseñaron fue a tener confianza en mí mismo, que es lo más importante para una persona que se va a infiltrar en una organización así», recordaba en 1995.El riesgo constanteLejarza fue uno de los primeros agentes del SECED en infiltrarse en ETA, una organización cada vez más peligrosa. La muerte de Carrero Blanco, en 1973, había encendido aún más los ánimos dentro de ETA, que no tardó en cometer más asesinatos. Durante los primeros años de su infiltración, Lejarza tuvo que enfrentarse a situaciones extremas. Una de las más impactantes ocurrió en 1974, cuando un atentado en la cafetería Rolando de Madrid dejó una decena de muertos. Fue en este escenario donde el trabajo de Lejarza comenzó a dar frutos.Utilizando su profesión de decorador como tapadera, Lejarza fue capaz de establecer una red de viviendas que sirvieron de escondite para los comandos etarras desplazados por Madrid y Barcelona. Años después, reveló que esta red fue clave para desarticular varias operaciones de ETA. «Mi trabajo pronto dio sus frutos. Gracias a los datos que yo había proporcionado se había conseguido interceptar una maleta con abundante documentación de ETA, la primera seria que se conseguía sobre la banda desde su fundación», explicó a ABC en 1995. Sin embargo, cada paso que daba en su misión ponía su vida en peligro. En julio de 1975, durante una reunión de ETA en Sokoa (Francia), una bomba estalló en la vivienda donde él se encontraba, pero por suerte no hubo víctimas. La tensión y el miedo eran constantes.A pesar de su destreza y preparación, la vida de Lejarza estuvo siempre al borde del abismo. En septiembre de 1975, un tiroteo en pleno paseo de la Castellana en Madrid estuvo a punto de descubrir su identidad. Mientras viajaba en un coche con etarras, la Policía empezó a disparar sin saber que él era un infiltrado. «Fueron cientos de balas en el centro de Madrid que costaron la vida a uno de los terroristas. Una vez más, yo escapé por los pelos», recordó.SecuestroEn otra ocasión, Lejarza se vio involucrado en el intento de secuestro de Don Juan de Borbón. En una operación que estuvo a punto de costarle la vida, Lejarza pasó valiosa información al SECED, lo que permitió frustrar el secuestro cuando Don Juan se encontraba en un barco en Mónaco en 1974. Lejarza también describió algunas de las escenas más aterradoras de su vida como infiltrado: «Un día, uno de los etarras me contó que había sacado los ojos a tres gallegos que fueron secuestrados, torturados y asesinados después de haber sido confundidos con policías».Tras meses de tensión y con su identidad cada vez más sospechada, Lejarza decidió poner fin a su infiltración. En un encuentro con dos miembros de ETA, les hizo creer que estaba dispuesto a dejar la organización. Les entregó su arma y fingió indignación. «Me dijeron que querían hablar conmigo y me llevaron en coche hasta dos bancos de la Ciudad Universitaria de Madrid. Allí me comentaron que les había llegado, de mano de independentistas catalanes, que yo era un infiltrado y que lo había dicho la BBC», contó.Días después, Yon y Ezquerra, los dos miembros de ETA con los que se reunió, fueron arrestados, y la Policía perdió la pista de Lejarza. Sin embargo, antes de desaparecer definitivamente, tuvo el valor de enviar una carta a los terroristas contándoles la verdad. A partir de ahí, comenzó una vida en la clandestinidad que continúa hasta hoy, más de una década después de que ETA anunciara su cese definitivo de la lucha armada. «He dedicado mi vida a salvar otras y me he convertido en un proscrito», subrayaba en 1995.

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