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Foto de perfil de alberto alberto · · Actualidad · eldiario.es · 1 week ago · ·
#Historia #Arqueología #Yacimientos arqueológicos #Jordania
Lejos de ser tumbas, las estructuras megalíticas de Murayghat revelan cómo las primeras comunidades se unían para sobrevivir a una época de cambios
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A unos doce kilómetros al suroeste de Madaba, en Jordania, un conjunto de colinas salpicadas de tumbas megalíticas y piedras erguidas está revelando nuevas pistas sobre los orígenes de la vida ritual en Oriente Próximo. Se trata del yacimiento de Murayghat, un enclave de la Edad del Bronce temprana (en torno al 3700–3500 a.C.) que ha sido excavado por un equipo liderado por Susanne Kerner (Universidad de Copenhague). La arqueóloga, autora del estudio publicado en la revista Levant, sostiene que el lugar no fue un asentamiento doméstico, sino un espacio ceremonial y de encuentro intercomunitario, construido en un momento de crisis social tras el final del Calcolítico.
Así es el enclave
El paisaje de Murayghat impresiona por su densidad de monumentos: una colina central con estructuras de grandes piedras en pie rodeada por campos de dólmenes, círculos de piedra y terrazas artificiales que dominan el valle del Wadi Zerqa Main. En la actualidad se conservan más de noventa dólmenes identificados y documentados, aunque en el siglo XIX se contabilizaban más de 150. Muchos colapsaron por los terremotos y la extracción de piedra, pero los que sobreviven conservan una disposición precisa: se alinean a lo largo de las laderas y parecen orientarse hacia la colina central, que habría actuado como punto focal de los rituales. Este patrón sugiere que Murayghat no fue una aldea habitada, sino un santuario al aire libre visible desde los valles circundantes.
Plano general de Murayghat que muestra las diferentes Áreas 1 a 8. El Área 1 es el montículo central. Los números rojos indican la posición de las trincheras 1 a 11 (las 3 y 4 se han unido, la 7 se encuentra en el Área 7)
El estudio de Kerner encuadra este paisaje monumental en el contexto de un mundo en transformación. Hacia finales del IV milenio a.C., las sociedades del sur del Levante atravesaron un colapso de sus antiguas redes de intercambio y de sus jerarquías políticas. Los templos del Calcolítico, como los de Tuleilat Ghassul o Shiqmim, desaparecieron, y los objetos de prestigio fabricados en cobre dejaron de circular.
Los cambios climáticos, la reducción de las lluvias y la desintegración de los sistemas agrícolas agravaron la crisis. Según la autora, las comunidades buscaron nuevas formas de cohesión simbólica: erigieron monumentos visibles y transformaron el paisaje natural en un espacio de memoria y pertenencia. Según resumía Kerner, la gente necesitaba encontrar mecanismos para organizar la vida cuando los viejos valores ya no servían.
Los dólmenes
Los dólmenes (estructuras de piedra caliza formadas por losas verticales y una cubierta horizontal) se interpretan tradicionalmente como tumbas, aunque su función pudo ser más compleja. En Murayghat, muchos se alzan sobre plataformas o terrazas artificiales, y algunos conservan restos de muros o círculos de piedra que los conectan entre sí. Los más grandes, de hasta 4,5 metros de longitud, habrían sido visibles desde varios kilómetros. Su distribución en grupos y su orientación hacia la colina central refuerzan la idea de que el lugar combinaba enterramiento y ceremonia, un espacio para honrar a los antepasados y afirmar el control sobre la tierra. Para Kerner, la visibilidad es clave: “Los dólmenes y piedras erguidas expresan la apropiación del paisaje y la conversión de la naturaleza en cultura”.

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