Frenen, hagan el favor, a ese salvaje que se llama Donald Trump
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Los desmanes internos se multiplican. Persecución judicial de sus enemigos personales, intento de ahogo de las universidades más prestigiosas del país, ocupación de ciudades regidas por dirigentes demócratas, injerencia en los medios de comunicación o, dato terrible, ver cómo su fortuna personal, utilizando todos los recursos de la Casa Blanca, se dispara
La maquinaria propagandística de EEUU expulsa a los periodistas del Pentágono: por qué es tan grave, por Javier Biosca
Por fin, suenen pífanos, bombos y platillos, que el domingo traían los periódicos una noticia que levanta el ánimo y nos devuelve la color al rostro, ay, tan macilento que lucíamos como resultado de las miserias que nos acongojan. Esto decían papeles y digitales: “Cientos de miles de manifestantes toman las ciudades de Estados Unidos para protestar por la deriva autoritaria de Trump”. Bueno, se dice uno a sí mismo un punto satisfecho, parece que algo se mueve y el monstruo naranja va a tener que andar con algo más de cuidado. La respuesta de Trump, un video hecho con inteligencia artificial en el que él mismo, autocoronado rey, lanza toneladas de mierda –tal cual- sobre los manifestantes. En The New York Times, M. Gessen lo ve con nitidez: “El presidente Trump está rehaciendo el país a su imagen: tosco, duro, innecesariamente cruel”.
Ocurre que como es lógico, a nosotros nos interesa más el Trump que ha irrumpido en la política internacional como un burro desbocado. ¡Hay tantas y tantas brutalidades que citar en tan poco tiempo de mando en la Casa Blanca! Tomemos Venezuela y la ejecución porque sí, porque a él se le antoja, de tripulantes de lanchas que vaya usted a saber si son narcotraficantes o pescadores de corvina, camarón o payara, que ninguna prueba han aportado los sanguinarios militares estadounidenses del grado de delincuencia de los abatidos. Por no hablar de la autorización a la CIA de practicar misiones clandestinas en el interior del país sudamericano. Y ahora, además, Colombia, que el señorito ha decidido llamar narcotraficante a su presidente Gustavo Petro y amenazarle con penas sin cuento como un matón de barra de bar. ¿Otra vez la muerte, los asesinatos, la desestabilización en su patio trasero de regímenes que no gustan al tío Sam? ¿Arbenz y Guatemala? ¿Cuba y bahía Cochinos? ¿Nicaragua de Somoza, Chile de Pinochet, Argentina de Videla? Qué vergüenza, qué tipos salvajes, esa terrible vuelta a tiempos negros como el carbón que ya creíamos olvidados.
Permitan al Ojo una inocente pregunta: ¿dónde está la solemne Organización de Estados Americanos, tan celosa siempre de que los gobiernos de izquierdas aparezcan limpios como patena, so pena de enviarles al infierno, como hizo con Venezuela, a la que expulsó con deshonor? Les cuento los fines de esta importante Organización que reúne a 34 países miembros, donde están Estados Unidos, Canadá, México o Brasil; “Trabajar para fortalecer la paz, seguridad y consolidar la democracia, promover los derechos humanos, apoyar el desarrollo social y económico favoreciendo el crecimiento sostenible en América”. Y ahora, les informo de su Secretario General: Albert Ramchand Ramdin, de Surinam, antigua Guayana Neerlandesa, el país más pequeño de América, apenas 164.000 kilómetros cuadrados, con una población de 630.000 personas, menos que la ciudad de Zaragoza.
Más cerca. Cómo no referirnos a sus groseras amenazas a España por la contribución a la OTAN. ¿Cómo se atreve este ridículo fantasmón multimillonario, ebrio de egolatría, a chantajear a países soberanos, o pones el dinero que a mí se me antoja en gasto para comprar armamento a Estados Unidos, la pela es la pela, o te subo los aranceles a La Española, una aceituna como ninguna, rellena de rica anchoa? Es un gánster y un bocazas. Bien es verdad que puede serlo porque hay países en Europa, muchos, no nos engañemos, de los que conforman la UE, esa vergüenza que preside la inane Von der Leyen, ayudados por el secretario general de la OTAN, el limpiador de zapatos de Trump, Mark Rutte, incapaces de plantar cara a esa deriva neofascista. Claro que tampoco aquí el PP o Vox, tan patriotas, tan de envolverse en la bandera de España, España, España, tienen la decencia de decir mu, por ejemplo, al de las griferías de oro. ¿Apoyar al Gobierno? Antes muertos que sencillos, que tanto les da si se pisotea la dignidad de la nación española, tan idolatrada por ellos, que siempre será mejor pasar ese amargo trago que hacer un gesto que alguien pudiera interpretar como que Feijóo o Abascal, vade retro, se acercan a Sánchez.
Decíamos que a los españoles, a los europeos, nos preocupa más la política exterior de este pato Donald sin gracia, pero los destrozos en el interior son aterradores. Las redadas de emigrantes, por ejemplo, superan cualquier acto xenófobo que podamos imaginar. Un juez federal, William Young, que fue nombrado por Ronald Reagan, ya me dirán ustedes su izquierdismo, dictó una sentencia la semana pasada de 161 páginas sobre el hecho de que los agentes del ICE (Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de EE.UU.) vayan enmascarados a efectuar esas redadas. Es demoledor. Se cubren, dice el juez, “por una única razón: aterrorizar a los estadounidenses para obligarlos a callar”. Y sigue: “En toda nuestra historia nunca hemos tolerado una policía secreta armada y enmascarada”, y comparó a los agentes que envía Trump con “cobardes forajidos y el despreciado Ku Klux Klan”.
Como ustedes saben, los desmanes internos se multiplican. Persecución judicial de sus enemigos personales, intento de ahogo de las universidades más prestigiosas del país, ocupación de ciudades regidas por dirigentes demócratas, injerencia en los medios de comunicación o, dato terrible, ver cómo su fortuna personal, utilizando todos los recursos de la Casa Blanca, se dispara: de 4.400 a 7.700 millones de dólares desde que es presidente. Y más, y más, y más. Por eso no es de extrañar que medios como la CNN, The New York Times o Associated Press hayan rechazado de forma tajante la nueva política restrictiva del Departamento de Defensa de Estados Unidos impuesta por el loco secretario de la Guerra Pete Hegseth, aquel que no se lavó las manos en diez años. Para matar los gérmenes, aducía el muy animal.
Aplaudíamos una buena noticia, pero la alegría dura poco en la casa del pobre: Netanyahu –¡ay, la idiosincrasia del alacrán!- ha vuelto a ordenar bombardeos de Gaza y cortes de material humanitario utilizando un motivo nimio. Sabíamos, y así lo escribimos aquí la semana pasada, que la pomposa paz de esos delincuentes, Trump y Netanyahu, Netanyahu y Trump era pura farfolla. Esto ni tan siquiera es una tregua, es una mentira a la que nunca se pondrá fin sin la unión real y efectiva de los países que aún creen en la decencia, porque ese debilísimo alto el fuego lo romperá Netanyahu una y otra vez según le venga en gana por intereses internos. Al tiempo. La cuerda es mía y tiro de ella cuando me da la gana.
¿Echan de menos que hablemos de nadas como Feijóo, de gentes de malos adentros como la polímata Díaz Ayuso, conocida en sus tiempos como la reina del vermú, de arrojados y pintureros como Abascal, Santiago y cierra España, de chuscos amigotes como Ábalos y Koldo? Pues verán, es que el Ojo anda hoy muy cansado de estos atrabiliarios personajes que nos comen demasiado seso, demasiado tiempo. Sí podemos confirmar que esta semana ningún juez –de esos que no hacen política, ¿cómo pueden pensar tal cosa?- ha encontrado asuntillos punibles y dignos de ser arrastrados hasta el banquillo entre los primos, segundos y terceros, de Pedro Sánchez, y ni siquiera de Begoña Gómez, una vez pasados por el escáner cuñados, tíos, padrinos y asistentes a su boda, que si allí estaban sería por alguna oscura razón. Pero no se desanimen, que ellos siguen buscando. Con determinación.
La maquinaria propagandística de EEUU expulsa a los periodistas del Pentágono: por qué es tan grave, por Javier Biosca
Por fin, suenen pífanos, bombos y platillos, que el domingo traían los periódicos una noticia que levanta el ánimo y nos devuelve la color al rostro, ay, tan macilento que lucíamos como resultado de las miserias que nos acongojan. Esto decían papeles y digitales: “Cientos de miles de manifestantes toman las ciudades de Estados Unidos para protestar por la deriva autoritaria de Trump”. Bueno, se dice uno a sí mismo un punto satisfecho, parece que algo se mueve y el monstruo naranja va a tener que andar con algo más de cuidado. La respuesta de Trump, un video hecho con inteligencia artificial en el que él mismo, autocoronado rey, lanza toneladas de mierda –tal cual- sobre los manifestantes. En The New York Times, M. Gessen lo ve con nitidez: “El presidente Trump está rehaciendo el país a su imagen: tosco, duro, innecesariamente cruel”.
Ocurre que como es lógico, a nosotros nos interesa más el Trump que ha irrumpido en la política internacional como un burro desbocado. ¡Hay tantas y tantas brutalidades que citar en tan poco tiempo de mando en la Casa Blanca! Tomemos Venezuela y la ejecución porque sí, porque a él se le antoja, de tripulantes de lanchas que vaya usted a saber si son narcotraficantes o pescadores de corvina, camarón o payara, que ninguna prueba han aportado los sanguinarios militares estadounidenses del grado de delincuencia de los abatidos. Por no hablar de la autorización a la CIA de practicar misiones clandestinas en el interior del país sudamericano. Y ahora, además, Colombia, que el señorito ha decidido llamar narcotraficante a su presidente Gustavo Petro y amenazarle con penas sin cuento como un matón de barra de bar. ¿Otra vez la muerte, los asesinatos, la desestabilización en su patio trasero de regímenes que no gustan al tío Sam? ¿Arbenz y Guatemala? ¿Cuba y bahía Cochinos? ¿Nicaragua de Somoza, Chile de Pinochet, Argentina de Videla? Qué vergüenza, qué tipos salvajes, esa terrible vuelta a tiempos negros como el carbón que ya creíamos olvidados.
Permitan al Ojo una inocente pregunta: ¿dónde está la solemne Organización de Estados Americanos, tan celosa siempre de que los gobiernos de izquierdas aparezcan limpios como patena, so pena de enviarles al infierno, como hizo con Venezuela, a la que expulsó con deshonor? Les cuento los fines de esta importante Organización que reúne a 34 países miembros, donde están Estados Unidos, Canadá, México o Brasil; “Trabajar para fortalecer la paz, seguridad y consolidar la democracia, promover los derechos humanos, apoyar el desarrollo social y económico favoreciendo el crecimiento sostenible en América”. Y ahora, les informo de su Secretario General: Albert Ramchand Ramdin, de Surinam, antigua Guayana Neerlandesa, el país más pequeño de América, apenas 164.000 kilómetros cuadrados, con una población de 630.000 personas, menos que la ciudad de Zaragoza.
Más cerca. Cómo no referirnos a sus groseras amenazas a España por la contribución a la OTAN. ¿Cómo se atreve este ridículo fantasmón multimillonario, ebrio de egolatría, a chantajear a países soberanos, o pones el dinero que a mí se me antoja en gasto para comprar armamento a Estados Unidos, la pela es la pela, o te subo los aranceles a La Española, una aceituna como ninguna, rellena de rica anchoa? Es un gánster y un bocazas. Bien es verdad que puede serlo porque hay países en Europa, muchos, no nos engañemos, de los que conforman la UE, esa vergüenza que preside la inane Von der Leyen, ayudados por el secretario general de la OTAN, el limpiador de zapatos de Trump, Mark Rutte, incapaces de plantar cara a esa deriva neofascista. Claro que tampoco aquí el PP o Vox, tan patriotas, tan de envolverse en la bandera de España, España, España, tienen la decencia de decir mu, por ejemplo, al de las griferías de oro. ¿Apoyar al Gobierno? Antes muertos que sencillos, que tanto les da si se pisotea la dignidad de la nación española, tan idolatrada por ellos, que siempre será mejor pasar ese amargo trago que hacer un gesto que alguien pudiera interpretar como que Feijóo o Abascal, vade retro, se acercan a Sánchez.
Decíamos que a los españoles, a los europeos, nos preocupa más la política exterior de este pato Donald sin gracia, pero los destrozos en el interior son aterradores. Las redadas de emigrantes, por ejemplo, superan cualquier acto xenófobo que podamos imaginar. Un juez federal, William Young, que fue nombrado por Ronald Reagan, ya me dirán ustedes su izquierdismo, dictó una sentencia la semana pasada de 161 páginas sobre el hecho de que los agentes del ICE (Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de EE.UU.) vayan enmascarados a efectuar esas redadas. Es demoledor. Se cubren, dice el juez, “por una única razón: aterrorizar a los estadounidenses para obligarlos a callar”. Y sigue: “En toda nuestra historia nunca hemos tolerado una policía secreta armada y enmascarada”, y comparó a los agentes que envía Trump con “cobardes forajidos y el despreciado Ku Klux Klan”.
Como ustedes saben, los desmanes internos se multiplican. Persecución judicial de sus enemigos personales, intento de ahogo de las universidades más prestigiosas del país, ocupación de ciudades regidas por dirigentes demócratas, injerencia en los medios de comunicación o, dato terrible, ver cómo su fortuna personal, utilizando todos los recursos de la Casa Blanca, se dispara: de 4.400 a 7.700 millones de dólares desde que es presidente. Y más, y más, y más. Por eso no es de extrañar que medios como la CNN, The New York Times o Associated Press hayan rechazado de forma tajante la nueva política restrictiva del Departamento de Defensa de Estados Unidos impuesta por el loco secretario de la Guerra Pete Hegseth, aquel que no se lavó las manos en diez años. Para matar los gérmenes, aducía el muy animal.
Aplaudíamos una buena noticia, pero la alegría dura poco en la casa del pobre: Netanyahu –¡ay, la idiosincrasia del alacrán!- ha vuelto a ordenar bombardeos de Gaza y cortes de material humanitario utilizando un motivo nimio. Sabíamos, y así lo escribimos aquí la semana pasada, que la pomposa paz de esos delincuentes, Trump y Netanyahu, Netanyahu y Trump era pura farfolla. Esto ni tan siquiera es una tregua, es una mentira a la que nunca se pondrá fin sin la unión real y efectiva de los países que aún creen en la decencia, porque ese debilísimo alto el fuego lo romperá Netanyahu una y otra vez según le venga en gana por intereses internos. Al tiempo. La cuerda es mía y tiro de ella cuando me da la gana.
¿Echan de menos que hablemos de nadas como Feijóo, de gentes de malos adentros como la polímata Díaz Ayuso, conocida en sus tiempos como la reina del vermú, de arrojados y pintureros como Abascal, Santiago y cierra España, de chuscos amigotes como Ábalos y Koldo? Pues verán, es que el Ojo anda hoy muy cansado de estos atrabiliarios personajes que nos comen demasiado seso, demasiado tiempo. Sí podemos confirmar que esta semana ningún juez –de esos que no hacen política, ¿cómo pueden pensar tal cosa?- ha encontrado asuntillos punibles y dignos de ser arrastrados hasta el banquillo entre los primos, segundos y terceros, de Pedro Sánchez, y ni siquiera de Begoña Gómez, una vez pasados por el escáner cuñados, tíos, padrinos y asistentes a su boda, que si allí estaban sería por alguna oscura razón. Pero no se desanimen, que ellos siguen buscando. Con determinación.
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