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#Perros
Múltiples factores - El análisis de cráneos demuestra que la evolución del perro no dependió solo de la selección humana, sino también de la dieta y del clima, que moldearon su morfología según el tipo de vida y el trabajo que desempeñaban
Las orcas del Golfo de California están aprendiendo a cazar tiburones blancos con una estrategia tan efectiva como inquietante: inmovilizarlos y arrancarles el hígado para comérselo
Los criadores de perros han conseguido que convivan en el presente razas tan diferentes como el galgo español, el bulldog francés o el border collie. La variedad es tan amplia que cada año aparecen nuevos tipos procedentes de cruces seleccionados por su comportamiento, su tamaño o la forma de su cabeza. Los registros oficiales incluyen ejemplares creados con objetivos estéticos o funcionales, desde los labradores cruzados con caniches para obtener animales de pelo hipoalergénico hasta los pastores australianos miniaturizados por selección genética.
Este mosaico de formas y proporciones refleja una tendencia humana persistente que busca modificar el aspecto de los perros para adaptarlos a entornos domésticos o laborales, un proceso que tiene un origen mucho más antiguos de lo que se creía.
La variedad actual tiene un origen mucho más antiguo de lo que se pensaba
Un estudio dirigido por la Universidad de Exeter y el CNRS francés, publicado en la revista Science, confirmó que la diversidad morfológica canina no surgió en la era victoriana, sino hace unos 10.800 años. Los investigadores analizaron 643 cráneos de cánidos, tanto modernos como arqueológicos, para reconstruir su forma mediante modelos tridimensionales.
Los resultados mostraron que, en el Mesolítico y el Neolítico, los perros ya presentaban proporciones distintas entre sí, con cráneos más cortos y anchos que los de los lobos. Allowen Evin, del Instituto de Ciencias Evolutivas de Montpellier, explicó que aquellos animales “mostraban aproximadamente la mitad de la variación craneal que se observa en los perros actuales”.
Visualización estática de las diferencias en la forma del cráneo entre los perros modernos (rosa) y los lobos modernos (verde), mostrada en relación con una morfología promedio.
El hallazgo se apoyó en restos encontrados en el yacimiento mesolítico ruso de Veretye, donde apareció el perro doméstico más antiguo identificado hasta la fecha, de unos 11.000 años de antigüedad. Los análisis de otros ejemplares hallados en América y Asia, con edades comprendidas entre 8.500 y 7.500 años, mostraron similitudes morfológicas con los canes actuales, lo que sugiere una temprana adaptación a la convivencia humana. Estos animales no correspondían a razas en el sentido moderno, pero sí a poblaciones con funciones diferenciadas, como la caza, el pastoreo o la compañía.
La evolución del cráneo canino ofrece pistas sobre cómo influyeron los humanos en su desarrollo. Evin señaló que “la domesticación no es un proceso simple, sino que debe considerarse un proceso gradual y continuo que se desarrolló a lo largo de miles de años”. Los cambios no se limitaron a la selección humana, sino que también intervinieron factores ambientales, como la dieta y el clima. Los perros que convivían con agricultores, pastores o cazadores evolucionaron hacia morfologías adaptadas a cada tipo de tarea, lo que generó diferencias importantes incluso dentro de una misma región.
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Los criadores de perros han conseguido que convivan en el presente razas tan diferentes como el galgo español, el bulldog francés o el border collie. La variedad es tan amplia que cada año aparecen nuevos tipos procedentes de cruces seleccionados por su comportamiento, su tamaño o la forma de su cabeza. Los registros oficiales incluyen ejemplares creados con objetivos estéticos o funcionales, desde los labradores cruzados con caniches para obtener animales de pelo hipoalergénico hasta los pastores australianos miniaturizados por selección genética.
Este mosaico de formas y proporciones refleja una tendencia humana persistente que busca modificar el aspecto de los perros para adaptarlos a entornos domésticos o laborales, un proceso que tiene un origen mucho más antiguos de lo que se creía.
La variedad actual tiene un origen mucho más antiguo de lo que se pensaba
Un estudio dirigido por la Universidad de Exeter y el CNRS francés, publicado en la revista Science, confirmó que la diversidad morfológica canina no surgió en la era victoriana, sino hace unos 10.800 años. Los investigadores analizaron 643 cráneos de cánidos, tanto modernos como arqueológicos, para reconstruir su forma mediante modelos tridimensionales.
Los resultados mostraron que, en el Mesolítico y el Neolítico, los perros ya presentaban proporciones distintas entre sí, con cráneos más cortos y anchos que los de los lobos. Allowen Evin, del Instituto de Ciencias Evolutivas de Montpellier, explicó que aquellos animales “mostraban aproximadamente la mitad de la variación craneal que se observa en los perros actuales”.
Visualización estática de las diferencias en la forma del cráneo entre los perros modernos (rosa) y los lobos modernos (verde), mostrada en relación con una morfología promedio.
El hallazgo se apoyó en restos encontrados en el yacimiento mesolítico ruso de Veretye, donde apareció el perro doméstico más antiguo identificado hasta la fecha, de unos 11.000 años de antigüedad. Los análisis de otros ejemplares hallados en América y Asia, con edades comprendidas entre 8.500 y 7.500 años, mostraron similitudes morfológicas con los canes actuales, lo que sugiere una temprana adaptación a la convivencia humana. Estos animales no correspondían a razas en el sentido moderno, pero sí a poblaciones con funciones diferenciadas, como la caza, el pastoreo o la compañía.
La evolución del cráneo canino ofrece pistas sobre cómo influyeron los humanos en su desarrollo. Evin señaló que “la domesticación no es un proceso simple, sino que debe considerarse un proceso gradual y continuo que se desarrolló a lo largo de miles de años”. Los cambios no se limitaron a la selección humana, sino que también intervinieron factores ambientales, como la dieta y el clima. Los perros que convivían con agricultores, pastores o cazadores evolucionaron hacia morfologías adaptadas a cada tipo de tarea, lo que generó diferencias importantes incluso dentro de una misma región.
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