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Las memorias póstumas de Giuffre dejan al descubierto el impacto devastador de los crímenes de Jeffrey Epstein, pero también cuentan la historia de cómo una joven se convirtió en heroína
El príncipe Andrés renuncia a todos sus títulos en el Reino Unido tras las nuevas revelaciones sobre el caso Epstein
Hay un hilo conductor en 'La niña de nadie' (Nobody’s Girl), las memorias de Virginia Roberts Giuffre, que se suicidó en abril de este año, en las que la activista y superviviente de Jeffrey Epstein se enfrenta a algo más insidioso que el abuso. «Sé que es mucho que asimilar», escribe tras un agotador pasaje inicial en el que detalla cómo fue abusada sexualmente cuando era niña. «Pero, por favor, no dejen de leer». Tras relatar la primera vez que Epstein presuntamente la obligó a tener relaciones sexuales con uno de sus amigos multimillonarios, escribe: «Necesito un respiro. Apuesto a que ustedes también».
A lo largo del libro, del que es posible leer un extracto en The Guardian, Giuffre seduce, se disculpa y rompe alegremente la cuarta pared en un intento por suavizar el disgusto que da por hecho que provocará su historia. No nos equivoquemos: este es un libro sobre el poder, la corrupción, el abuso sexual a escala industrial y la forma en que las instituciones se pusieron del lado del agresor en lugar del de las víctimas. Epstein se ahorcó en prisión mientras esperaba el juicio en 2019 y Ghislaine Maxwell, su cómplice, cumple una condena de 20 años por tráfico sexual. Unos hechos que, en gran medida, fueron posibles debido al testimonio de Giuffre. Pero también es un libro sobre cómo una joven se convierte en heroína. Y, sin embargo, aquí está, teniendo que seducirnos para que no nos alejemos de ella horrorizados.
Por supuesto, sus suposiciones no son erróneas. Giuffre, que tenía 41 años cuando murió y cuyo hábil e inteligente libro está coescrito con la periodista Amy Wallace, sabe que ser víctima de violencia sexual es, en el mejor de los casos, ser compadecida y, en el peor, vilipendiada. (Ejemplo de titular del Daily News: 'La acusadora de Jeffrey Epstein no era una esclava sexual, sino una gatita sexual ávida de dinero, según dicen sus antiguos amigos').
Me acerqué a Nobody's Girl con dos preguntas. En primer lugar, ¿ofrece alguna información sobre la llamada lista de Epstein, el catálogo de hombres prominentes a los que Giuffre y otras fueron traficadas? Lo más parecido a una nueva acusación es la descripción que hace Giuffre de uno de los muchos hombres con los que Epstein la obligó a tener relaciones sexuales como “político” y “antiguo ministro”. Señala que la estranguló y golpeó hasta dejarla casi inconsciente, pero que, según escribe, es demasiado poderoso como para nombrarlo. (Cuando le contó a Epstein lo violento que había sido el hombre, él le respondió fríamente: «A veces te pasa eso»).
En segundo lugar, ¿el libro le complica la vida a Ghislaine Maxwell, que actualmente se encuentra en una prisión de baja seguridad en Texas y está adulando al presidente Trump para que le reduzcan la condena? —Su última apelación fue rechazada a principios de este mes—. En este sentido, el relato de Giuffre debe alejar aún más la posibilidad de un indulto. Fue Maxwell —o 'G Max', como insistía en que las chicas la llamaran— quien descubrió a Giuffre trabajando como asistente de vestuario a sus 16 años en Mar-a-Lago en el año 2000, y la llevó a la casa de Epstein para ser “entrevistada” como posible masajista. Giuffre fue obligada a tener relaciones sexuales con Epstein ese día y, tanto entonces como en las agresiones posteriores, Maxwell participó. «Maxwell comenzó a agredirme durante nuestros tríos», escribe Giuffre. «Si me quejaba, me hacía más daño».
El libro da vida al estatus legal de Giuffre como víctima, mostrándonos a una chica como cualquiera que conozcamos.
Esto me lleva a una tercera pregunta: dada su naturaleza punitiva, ¿por qué leer este libro? He oído a más de una persona decir que “no tiene estómago” para leerlo, una expresión que ninguna víctima debería escuchar, pero, aunque el libro es implacable y sorprendentemente duro, también es un relato lúcido y necesario sobre cómo actúan los delincuentes sexuales. El mayor temor de Giuffre, que ser violada y traficada la aleje del alcance empático de la mayoría de la gente, no es, de hecho, lo que sucede. La narrativa hace lo que la declaración no puede al llevarnos a la misma habitación con ella. El libro da vida al estatus legal de Giuffre como víctima, mostrándonos a una chica como cualquier otra que conozcamos, como nosotras, y dando vida a la realidad de aquellas que son víctimas de la trata mientras son “libres” de marcharse.
Víctima de abusos desde los seis años, cuando conoció a Epstein, Giuffre escribe: «Me habían sexualizado contra mi voluntad y había sobrevivido aceptándolo. Era complaciente, incluso cuando complacer a los demás me costaba muy caro. Durante diez años, los hombres habían encubierto el abuso que sufría con un falso manto de “amor”. Epstein y Maxwell sabían exactamente cómo aprovechar esa misma vena retorcida».
El príncipe Andrés renuncia a todos sus títulos en el Reino Unido tras las nuevas revelaciones sobre el caso Epstein
Hay un hilo conductor en 'La niña de nadie' (Nobody’s Girl), las memorias de Virginia Roberts Giuffre, que se suicidó en abril de este año, en las que la activista y superviviente de Jeffrey Epstein se enfrenta a algo más insidioso que el abuso. «Sé que es mucho que asimilar», escribe tras un agotador pasaje inicial en el que detalla cómo fue abusada sexualmente cuando era niña. «Pero, por favor, no dejen de leer». Tras relatar la primera vez que Epstein presuntamente la obligó a tener relaciones sexuales con uno de sus amigos multimillonarios, escribe: «Necesito un respiro. Apuesto a que ustedes también».
A lo largo del libro, del que es posible leer un extracto en The Guardian, Giuffre seduce, se disculpa y rompe alegremente la cuarta pared en un intento por suavizar el disgusto que da por hecho que provocará su historia. No nos equivoquemos: este es un libro sobre el poder, la corrupción, el abuso sexual a escala industrial y la forma en que las instituciones se pusieron del lado del agresor en lugar del de las víctimas. Epstein se ahorcó en prisión mientras esperaba el juicio en 2019 y Ghislaine Maxwell, su cómplice, cumple una condena de 20 años por tráfico sexual. Unos hechos que, en gran medida, fueron posibles debido al testimonio de Giuffre. Pero también es un libro sobre cómo una joven se convierte en heroína. Y, sin embargo, aquí está, teniendo que seducirnos para que no nos alejemos de ella horrorizados.
Por supuesto, sus suposiciones no son erróneas. Giuffre, que tenía 41 años cuando murió y cuyo hábil e inteligente libro está coescrito con la periodista Amy Wallace, sabe que ser víctima de violencia sexual es, en el mejor de los casos, ser compadecida y, en el peor, vilipendiada. (Ejemplo de titular del Daily News: 'La acusadora de Jeffrey Epstein no era una esclava sexual, sino una gatita sexual ávida de dinero, según dicen sus antiguos amigos').
Me acerqué a Nobody's Girl con dos preguntas. En primer lugar, ¿ofrece alguna información sobre la llamada lista de Epstein, el catálogo de hombres prominentes a los que Giuffre y otras fueron traficadas? Lo más parecido a una nueva acusación es la descripción que hace Giuffre de uno de los muchos hombres con los que Epstein la obligó a tener relaciones sexuales como “político” y “antiguo ministro”. Señala que la estranguló y golpeó hasta dejarla casi inconsciente, pero que, según escribe, es demasiado poderoso como para nombrarlo. (Cuando le contó a Epstein lo violento que había sido el hombre, él le respondió fríamente: «A veces te pasa eso»).
En segundo lugar, ¿el libro le complica la vida a Ghislaine Maxwell, que actualmente se encuentra en una prisión de baja seguridad en Texas y está adulando al presidente Trump para que le reduzcan la condena? —Su última apelación fue rechazada a principios de este mes—. En este sentido, el relato de Giuffre debe alejar aún más la posibilidad de un indulto. Fue Maxwell —o 'G Max', como insistía en que las chicas la llamaran— quien descubrió a Giuffre trabajando como asistente de vestuario a sus 16 años en Mar-a-Lago en el año 2000, y la llevó a la casa de Epstein para ser “entrevistada” como posible masajista. Giuffre fue obligada a tener relaciones sexuales con Epstein ese día y, tanto entonces como en las agresiones posteriores, Maxwell participó. «Maxwell comenzó a agredirme durante nuestros tríos», escribe Giuffre. «Si me quejaba, me hacía más daño».
El libro da vida al estatus legal de Giuffre como víctima, mostrándonos a una chica como cualquiera que conozcamos.
Esto me lleva a una tercera pregunta: dada su naturaleza punitiva, ¿por qué leer este libro? He oído a más de una persona decir que “no tiene estómago” para leerlo, una expresión que ninguna víctima debería escuchar, pero, aunque el libro es implacable y sorprendentemente duro, también es un relato lúcido y necesario sobre cómo actúan los delincuentes sexuales. El mayor temor de Giuffre, que ser violada y traficada la aleje del alcance empático de la mayoría de la gente, no es, de hecho, lo que sucede. La narrativa hace lo que la declaración no puede al llevarnos a la misma habitación con ella. El libro da vida al estatus legal de Giuffre como víctima, mostrándonos a una chica como cualquier otra que conozcamos, como nosotras, y dando vida a la realidad de aquellas que son víctimas de la trata mientras son “libres” de marcharse.
Víctima de abusos desde los seis años, cuando conoció a Epstein, Giuffre escribe: «Me habían sexualizado contra mi voluntad y había sobrevivido aceptándolo. Era complaciente, incluso cuando complacer a los demás me costaba muy caro. Durante diez años, los hombres habían encubierto el abuso que sufría con un falso manto de “amor”. Epstein y Maxwell sabían exactamente cómo aprovechar esa misma vena retorcida».
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