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Los expertos dudan que las piezas puedan colocarse en el mercado comercial, ya que actualmente están todas las miras puestas en su paradero. Eso sí, tampoco confían en que vayan a aparecer
Rosalía colapsa Callao durante la presentación de su nuevo disco, ‘Lux’, que se publicará el 7 de noviembre
Podcast - El Louvre de papel y los últimos ladrones de museos
Domingo. 9:30 de la mañana. Media hora después de la apertura del Museo del Louvre, cuatro hombres entran encapuchados por una ventana y se llevan nueve piezas de la galería Apolo, en la que se encuentran las principales joyas de la realeza francesa. Una de ellas, la corona de la emperatriz Eugenia, de valor incalculable, se les cae por el camino. El resto continúa en paradero desconocido. Los ladrones precisaron de apenas diez minutos para acometer el hurto. Ahora bien, ¿qué van a poder hacer ahora con las piezas? ¿Será posible introducirlas en un mercado en el que ahora cuentan con toda la atención?
José Luis Guijarro, director del Máster de Mercado del Arte de la Universidad de Nebrija, explica a elDiario.es que es complicado que vayan a recuperarse, aunque también cree que no se van a poder vender: “No pueden salir en subasta ni en ninguna plataforma. Son conocidísimas y con todo el revuelo mediático ahora son ya reconocibles por cualquier persona”. En la misma línea se sitúa Joaquín Gallego, especialista en Mercado de Arte, que apuesta porque la vía de salida va a ser “trocearlas, desmembrarlas, porque se pueden transportar muy fácilmente, dentro de un bolso, un maletín e incluso un bolsillo. Y con ellos construir otra joya, un anillo por ejemplo”.
“Una vez las desmembras, ¿cómo puede cualquier persona identificar en una aduana que un zafiro no sea tuyo?”, plantea Yolanda Berger, directora del Diploma en Mercado del Arte en la Universidad Carlos III de Madrid, “de ahí puede viajar a Dubai, África, Rusia, hay ricos en cualquier sitio”. El experto en tráfico ilícito, por su parte, afirma que las joyas “se mueven” con mayor facilidad que otras obras como los cuadros, que son más complicados de trasladar sorteando todo tipo de controles. También recalca que en este caso son piezas de gran valor económico, pero sobre todo “patrimonial, afectivo, simbólico y sobre todo cultural para el país. Francia está ahora humillada porque se ha dejado robar esto”.
Joaquín Gallego recuerda que fue precisamente en el Louvre quien marcó el “punto inicial del interés por la recuperación de las obras robadas”. Todo ello después de que en 1911 el robo de la Mona Lisa de Leonardo Da Vinci desapareciera. La Gioconda terminó apareciendo. El artífice fue Vicenzo Peruggia, antiguo trabajador de la pinacoteca, que en su momento argumentó que quería devolver la pintura a Italia, su verdadero hogar, pues creía que formaba parte de los lienzos que Napoléón se había llevado a Francia a principios del siglo XIX.
Visitantes del Museo del Louvre frente a La Gioconda de Leonardo da Vinci
En el país vecino se produjo otro de los hurtos más sonados de los últimos años. En 2010, cinco cuadros valorados en 500 millones de euros, entre ellos un Picasso y un Matisse, fueron extraídos del Museo de Arte Moderno. “Tampoco hubo heridos, ni muertos. Está claro que iban a por las obras”, opina Joaquín Gallego, que tiene claro que en ambos casos se trata de un robo 'por encargo', de tal forma que alguien contrata a otra persona para que sustraiga “pocas piezas muy concentradas”, como lo que acaba de ocurrir en el Louvre.
Yolanda Berger no lo tiene tan claro, pese a que ocurra que hay quienes se “encaprichan” por una obra en particular. Sin embargo, consciente de que los coleccionistas suelen querer “enseñar” sus pertenencias, plantea: “¿Quién va a querer una diadema de la emperatriz para usarla en su ámbito privado?”. Lo que sí que sostiene es que estas piezas no tienen “ningún espacio en el mercado. Al ser joyas, por la vía comercial es imposible”.
Rosalía colapsa Callao durante la presentación de su nuevo disco, ‘Lux’, que se publicará el 7 de noviembre
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Domingo. 9:30 de la mañana. Media hora después de la apertura del Museo del Louvre, cuatro hombres entran encapuchados por una ventana y se llevan nueve piezas de la galería Apolo, en la que se encuentran las principales joyas de la realeza francesa. Una de ellas, la corona de la emperatriz Eugenia, de valor incalculable, se les cae por el camino. El resto continúa en paradero desconocido. Los ladrones precisaron de apenas diez minutos para acometer el hurto. Ahora bien, ¿qué van a poder hacer ahora con las piezas? ¿Será posible introducirlas en un mercado en el que ahora cuentan con toda la atención?
José Luis Guijarro, director del Máster de Mercado del Arte de la Universidad de Nebrija, explica a elDiario.es que es complicado que vayan a recuperarse, aunque también cree que no se van a poder vender: “No pueden salir en subasta ni en ninguna plataforma. Son conocidísimas y con todo el revuelo mediático ahora son ya reconocibles por cualquier persona”. En la misma línea se sitúa Joaquín Gallego, especialista en Mercado de Arte, que apuesta porque la vía de salida va a ser “trocearlas, desmembrarlas, porque se pueden transportar muy fácilmente, dentro de un bolso, un maletín e incluso un bolsillo. Y con ellos construir otra joya, un anillo por ejemplo”.
“Una vez las desmembras, ¿cómo puede cualquier persona identificar en una aduana que un zafiro no sea tuyo?”, plantea Yolanda Berger, directora del Diploma en Mercado del Arte en la Universidad Carlos III de Madrid, “de ahí puede viajar a Dubai, África, Rusia, hay ricos en cualquier sitio”. El experto en tráfico ilícito, por su parte, afirma que las joyas “se mueven” con mayor facilidad que otras obras como los cuadros, que son más complicados de trasladar sorteando todo tipo de controles. También recalca que en este caso son piezas de gran valor económico, pero sobre todo “patrimonial, afectivo, simbólico y sobre todo cultural para el país. Francia está ahora humillada porque se ha dejado robar esto”.
Joaquín Gallego recuerda que fue precisamente en el Louvre quien marcó el “punto inicial del interés por la recuperación de las obras robadas”. Todo ello después de que en 1911 el robo de la Mona Lisa de Leonardo Da Vinci desapareciera. La Gioconda terminó apareciendo. El artífice fue Vicenzo Peruggia, antiguo trabajador de la pinacoteca, que en su momento argumentó que quería devolver la pintura a Italia, su verdadero hogar, pues creía que formaba parte de los lienzos que Napoléón se había llevado a Francia a principios del siglo XIX.
Visitantes del Museo del Louvre frente a La Gioconda de Leonardo da Vinci
En el país vecino se produjo otro de los hurtos más sonados de los últimos años. En 2010, cinco cuadros valorados en 500 millones de euros, entre ellos un Picasso y un Matisse, fueron extraídos del Museo de Arte Moderno. “Tampoco hubo heridos, ni muertos. Está claro que iban a por las obras”, opina Joaquín Gallego, que tiene claro que en ambos casos se trata de un robo 'por encargo', de tal forma que alguien contrata a otra persona para que sustraiga “pocas piezas muy concentradas”, como lo que acaba de ocurrir en el Louvre.
Yolanda Berger no lo tiene tan claro, pese a que ocurra que hay quienes se “encaprichan” por una obra en particular. Sin embargo, consciente de que los coleccionistas suelen querer “enseñar” sus pertenencias, plantea: “¿Quién va a querer una diadema de la emperatriz para usarla en su ámbito privado?”. Lo que sí que sostiene es que estas piezas no tienen “ningún espacio en el mercado. Al ser joyas, por la vía comercial es imposible”.
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