Clanes de alberto
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Para alguien que no haya vivido un terremoto desde dentro , que sepa que la cosa es más o menos así: tú estás en el salón de tu casa con tu pareja después de cenar y acostar a la niña. De repente, alguien parece llamar a la puerta de la calle con una insistencia y una fuerza que parece que se trate de algo muy urgente. Mientras tanto, se nota como un temblor que lo envuelve todo y las cosas empiezan a moverse : lo que queda encima de la mesa, por supuesto, pero también todo lo que está a tu alrededor. Y eso incluye cosas que teóricamente deberían permanecer quietas, como el suelo. Si lo ves ondular, y no es un efecto óptico sino algo realmente apreciable, eso sí que sorprende porque los suelos, que se sepa, son firmes. Algún objeto cae de una estantería, el continuo vaivén empieza a producirte un dolor de cabeza similar al que sufrías cuando eras más joven y te subías a una atracción de feria. Quien quiera que esté fuera sigue llamando a la puerta con fiereza y la sensación es que eso va a ir a más y que acarreará consecuencias todavía más graves. Tu cuerpo tiende a encogerse, dicen que es una reacción natural, como un regreso instintivo a la postura fetal. Todo va tan rápido que no hay tiempo para pensar en nada en concreto, salvo en desear que tu hija no se esté enterando de nada. De repente, todo cesa y la situación vuelve a la normalidad de una forma tan abrupta como cuando se originó todo. El suelo se estabiliza, quien estuviera golpeando la puerta desiste, ya no se cae ninguna cosa más. No se ha ido la luz en la casa, aunque en la calle sí que suena alguna alarma. Algunos vecinos han bajado, cosa contraproducente porque, si hay algún desprendimiento de tejado o de fachada, les puede caer encima. Observas que se te ha quedado congelada esa sonrisilla nerviosa tan típica en los casos en los que has pasado miedo, pero tratas de quitarle hierro, en un vano intento de no asustar a quienes tienes alrededor. Miras el reloj y no das crédito: todo ha sucedido en menos de un minuto . Todo lo anterior es tan real como la vida misma. Ocurrió una noche de enero de 2021 y fue la consecuencia de un terremoto de intensidad 4,5 con epicentro en Santa Fe , a pocos kilómetros de Granada . Fue muy superficial, de ahí que se sintiera mucho. En cincuenta municipios, nada menos. En los dos primeros meses de ese año se registraron tres mil seísmos en la zona, ese fue el más gordo. Enjambre sísmico, así es como se llama técnicamente a esa frecuencia tan elevada. No hubo muertos, tampoco heridos, pero sí mucho miedo.Desde entonces, todavía muchos granadinos conservan un kit de emergencia por si se repite ese enjambre. Incluye un silbato para que te escuchen en caso de que te encuentres bajo escombros, agua para mantenerte hidratado, un botiquín de primeros auxilios, una manta, ropa de abrigo… En Granada, una de las búsquedas más frecuentes en Google en esos meses fue « qué hacer en caso de terremoto ». Eso se produjo, recuérdese, a principios de 2021, así que la pandemia seguía ahí, aunque ya se estuvieran administrando las primeras vacunas. Un susto sucedía al otro. ¿Puede volver a ocurrir todo lo relatado? Por supuesto. Según el mapa de peligrosidad sísmica del Instituto Geográfico Nacional (IGN) , vigente en 2025, Granada y Almería concentran «la mayor peligrosidad sísmica de todo el territorio español». Entre el 40 y el 50% de los terremotos registrados en España cada año se producen en Andalucía, con Granada y Almería a la cabeza de esa dudosa clasificación.Granada y su Vega «presentan los valores más altos de toda España», con aceleraciones sísmicas básicas de entre 0,20 y 0,25g, lo que quiere decir entre el 20 y el 25% de la aceleración de la gravedad. Esa cifra sitúa a la capital y a pueblos como Atarfe, Santa Fe, Albolote, Pinos Puente o Alhendín «en cotas de peligrosidad comparables a las zonas sísmicas de Italia o incluso superiores a algunas regiones del norte de Marruecos». Después de Granada, la segunda provincia andaluza en riesgo sísmico es Almería, con valores de entre 0,16 y 0,19g. La capital y ciudades como Carboneras, Níjar, El Ejido y Roquetas de Mar «muestran aceleraciones esperadas del 16-19% para un periodo de retorno de 475 años», lo que quiere decir una probabilidad del diez por ciento en 50 años. Más tranquilidad sísmica hay en el resto de la región. En Andalucía Oriental se perciben niveles medios o bajo de peligrosidad – Málaga y la costa de Granada se sitúa en valores entre 0,12 y 0,16, que es un riesgo medio-alto- y en Córdoba, Jaén y gran parte de Sevilla , los valores no sobrepasan los 0,12g, y eso es un riesgo de bajo a medio.Es algo que ya saben muchos, pero no está de más recordarlo: si Andalucía es propensa a recibir terremotos es porque se ubica «cerca del límite de convergencia entre las placas tectónicas africana y euroasiática, que se aproximan a un ritmo de entre 4 y 5 milímetros por año». Es un movimiento «lento pero constante» que acumula energía que, tarde o temprano, «se libera en forma de terremotos». Eso de que tiemble la tierra, por otra parte, no es nada nuevo. El terremoto más destructivo del que se tiene constancia en España se produjo en 1522 en Almería. Aunque entonces no se medían esas cosas, los expertos estiman que su magnitud pudo estar entre los 6,8 y los siete grados en la escala de Richter y una intensidad entre X y XI en la escala Mercalli. Murieron al menos mil personas, el seísmo secó fuentes naturales, abrió «grandes grietas» en la Alhambra y se sintió hasta en la costa de África. No quedó muy lejos el de Alhama de Granada , el 25 de diciembre de 1844. Su magnitud fluctuó entre los 6,2 y los 6,5 grados, su intensidad fue de IX-X y causó entre 1.050 y 1.200 víctimas mortales. Afectó a cien núcleos urbanos de Granada, Málaga y Almería. Otros terremotos históricos ocurrieron en la localidad almeriense de Vera , en 1518; en Baza (Granada) en 1531, en Dalías (Almería) en 1804; en Pinos Puente (Granada) en 1806 y en Albolote , también en la provincia granadina, en 1956.Con efectos menos devastadores, la tierra se ha seguido moviendo. En la provincia de Granada se producen entre mil y dos mil temblores al año , aunque la inmensa mayoría son casi imperceptibles. En este 2025, en el mes de julio, hubo un terremoto de 5,3 en el Cabo de Gata, que precedió al que se produjo el 29 de octubre, de 4,2. Todo lo anterior se refiere a terremotos terrestres, pero el riesgo también llega por mar, en forma de tsunamis. A unos 400 kilómetros del Cabo de San Vicente, en Portugal , «existen varias fallas capaces de generar grandes terremotos submarinos» y hay una probabilidad del diez por ciento de que se registre «una gran ola en los próximos 50 años», que podría tener efectos muy negativos en las costas de Cádiz y Huelva .Ese punto, el Cabo de San Vicente, es capaz de generar movimientos de magnitud 8. Allí sí que hay sitio como para que una falla rompa y genere una enorme cantidad de energía. Es lo que debió ocurrir en 1755 en el llamado terremoto de Lisboa –nombre mal atribuido, porque el epicentro se produjo en el mar- que «arrasó las costas de Ayamonte, Huelva y Conil con olas de hasta 15 metros de altura y causó unas veinte mil muertes en las costas andaluzas». La pregunta, ante todo esto, es clara: ¿Qué se puede hacer? Porque los terremotos no se pueden aún predecir. Y descartada la predicción, hay que afanarse en la prevención, un campo en el que queda bastante por hacer. Por ejemplo, en la concienciación. Ahí, las consignas del ministerio son claras: antes de un terremoto hay que revisar la estructura de la vivienda y consultar a un técnico para saber si es frágil. Durante el terremoto, nada de salir a la calle a lo loco. La casa puede ser un sitio mucho más seguro y fuera pueden caer cascotes o trozos de fachada, así que, si se está fuera, hay que alejarse de construcciones, muros y tendidos eléctricos. Dentro, una buena idea es refugiarse bajo una mesa o una cama, protegiendo la cabeza con los brazos. También, tener el mentado kit de supervivencia. Los edificios nuevos deben hacerse de acuerdo con la Norma de Construcción Sismorresistente aprobada en 2002, que es «de aplicación obligatoria en zonas con aceleración sísmica superior o igual a 0,08 en edificios de importancia normal y de 0,05 en hospitales, parques de bomberos o grandes centros comerciales». Eso, en la práctica, significa todos los edificios de importancia especial de Andalucía. La norma trata de «evitar el colapso de la estructura» y en Granada es «especialmente exigente», según aclara el ministerio, que no oculta que en esa provincia puede haber unos 145.0000 pisos o casas levantadas antes de aquella norma y por tanto « sísmicamente obsoletos ». Se hicieron en los años sesenta y setenta de la pasada década, cuando en vez de normativa había «buena práctica sísmica». En las casas y pisos antiguos, por lo demás, existe la obligación de que se revisen periódicamente, una especie de ITV inmobiliario que muchos propietarios prefieren no pasar. Un error gordo que puede tener consecuencias. En Andalucía Oriental, y sobre todo en Granada y Almería, hay que « convivir con el riesgo », según concluye el informe.
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